Los huesos de dinosaurio están compuestos principalmente de minerales a base de calcio, como la hidroxiapatita. Bajo las intensas condiciones del metamorfismo, estos minerales probablemente sufrirían reacciones químicas y se transformarían en diferentes conjuntos minerales característicos del esquisto, como micas, cuarzo y feldespato.
Además, las temperaturas y presiones extremas asociadas con el metamorfismo pueden hacer que los fragmentos de hueso se fracturen, se distorsionen o se desintegren por completo. Con el tiempo, el material orgánico original del hueso se descompondría y sería reemplazado por minerales, dejando poco o ningún rastro de la estructura ósea original.
Por lo tanto, las posibilidades de encontrar un hueso de dinosaurio bien conservado en una roca metamórfica son excepcionalmente bajas. La mayoría de los fósiles de dinosaurios se encuentran en rocas sedimentarias, que se forman por la acumulación y compactación de sedimentos en condiciones de presión y temperatura menos intensas.