Durante su juventud, Hilary muestra fascinación por la literatura y el conocimiento. Estudia diligentemente griego y latín en sus primeros años, sentando las bases de su vida como erudito. A medida que madura, sus intereses se expanden a la historia y la poesía.
Hilary lleva una existencia ascética y vive en una cabaña remota, donde puede sumergirse en sus estudios sin distracciones. Se dedica a la exploración de manuscritos antiguos, perdiendo muchas veces la noción del tiempo. Sus comidas son mínimas y rara vez entabla conversación.
El autor, Southey, transmite la idea del profundo compromiso de Hilary con el conocimiento, hasta el punto de rozar la excentricidad. El amor de Hilary por los libros se presenta como una especie de adicción que lo consume por completo. Queda cautivado por la sabiduría y las historias que contienen, perdiendo contacto con el mundo exterior.
Southey también destaca el desapego emocional que conlleva el estilo de vida de Hilary. Carece de conexiones con familiares o amigos y rara vez experimenta las alegrías y emociones de las relaciones humanas. Su obsesión por los libros prima sobre las experiencias emocionales.
Al representar a Hilary como una figura solitaria impulsada por una decidida búsqueda del conocimiento, Southey presenta The Scholar como una meditación sobre los sacrificios y las consecuencias de la dedicación extrema a las actividades intelectuales.