Un alma viuda, mi corazón siempre propenso.
Mis parientes y mi marido ahora yacen fríos y despojados,
Pero Romeo, mi querido hijo, me quedó el aliento.
Oh Romeo, amado mío, alegría y orgullo mío,
Tu pérdida ha destrozado todo lo que sostengo.
Tu encanto juvenil y tu espíritu gentil brillan,
Ahora oscurecido por la eterna y cruel noche de la muerte.
La angustia de una madre no tiene límites,
Mientras lloro y me lamento con un sonido interminable.
Tu ausencia deja un abismo en nuestras vidas,
Donde antes resonaba la risa, ahora prospera el silencio.
Oh, destino cruel, ¿por qué has dado este golpe?
Para arrebatarme la esperanza, el brillo brillante de mi vida.
En el dolor, deambulo sin rumbo, perdido y solo,
Un corazón viudo, para siempre lamentarse.
Dentro de los pasillos, una vez llenos de alegres vítores,
Ahora no resuena nada más que tristeza, lágrimas y miedos.
Los Montesco lamentan el fallecimiento de su noble heredero.
Una tragedia que nos desgarra el alma, nuestros propios gritos.
Pero a través de este dolor, todavía brilla un destello de luz,
El recuerdo de tu amor, querido hijo mío.
Tu amor por Julieta, puro y profundo,
Un vínculo que perdurará y resonará siempre.
En mis sueños veo tu rostro, tan querido,
Tu risa, tu gracia, desterrando todo miedo.
Encuentro consuelo en el pensamiento de tu eterno descanso,
En los cielos abrazo, encontrando la verdadera bienaventuranza.
Aunque las lágrimas fluyan y el dolor dure mucho tiempo,
Dentro de mi corazón, tu luz es siempre fuerte.
Descansa en paz, hijo mío, mi niño precioso,
En el abrazo del amor, para siempre sin mancha.