En el contexto de la obra, esta frase la pronuncia el personaje Jaques, que está desilusionado de la sociedad y ha elegido vivir en el bosque. Jaques encuentra consuelo y sabiduría en el mundo natural y cree que la naturaleza puede enseñarnos lecciones importantes sobre la vida y la moralidad.
Al comparar la naturaleza con los sermones y los libros, Shakespeare destaca la idea de que el conocimiento y la comprensión se pueden encontrar en lugares inesperados y que uno debe estar abierto a aprender de todas las fuentes, incluido el entorno natural.