A través de la ventana, el poeta contempla el mar tranquilo, que brilla bajo el suave toque del sol. Las gaviotas vuelan con gracia, aparentemente imperturbables por el rápido pulso de la ciudad. Más allá del agua, el poeta queda cautivado por los rascacielos, erguidos como centinelas, que simbolizan la resiliencia y el progreso.
Mientras el poeta continúa observando la escena, nota el contraste entre el mar sereno y la ciudad dinámica. Las olas susurran suavemente, mientras los cuernos suenan y la gente pasa corriendo. El poeta reflexiona sobre el equilibrio de la vida, donde conviven serenidad y turbulencia.
En este momento de contemplación, el poeta adquiere una nueva perspectiva sobre el viaje de la vida. Se dan cuenta de que, al igual que las gaviotas que vuelan sobre el caos, las personas pueden afrontar los desafíos y las complejidades de la vida con gracia y propósito.
El poema "Me siento y miro" sirve como recordatorio de la tranquila belleza que se puede encontrar en medio del caos urbano. Invita a los lectores a reducir el ritmo, apreciar la naturaleza y encontrar consuelo en medio de los momentos agitados de la vida.