Una rosa, en esplendor, sí abrazó.
Con pétalos suaves, de un tono suave,
Una fragancia que podría imbuir la mente.
Sobre su tallo tan delgado, frágil,
Una belleza que nunca podría fallar.
Entre las flores, se alzaba tan brillante,
Un faro de luz pura y radiante.
Cada mañana, cuando salía el sol,
La rosa lo saludaría con sus ojos.
Revelando la belleza a su paso,
Como el rocío sobre sus pétalos se rompe.
Bajo el cielo azul e ilimitado,
La rosa florecería, con alegría tan alta.
Pero el tiempo corre rápido y los días vuelan.
Y todo lo que vive, seguramente debe morir.
La rosa, aunque hermosa, no pudo escapar,
El toque de la edad y el cruel percance.
Sus pétalos, alguna vez tan vibrantes, exuberantes,
Se volvió como un pergamino, quebradizo, silencioso.
Sin embargo, a su paso, la gracia permaneció,
Una reliquia de la belleza adquirida.
Porque aunque la rosa deje de existir,
Su recuerdo vive en mí y en ti.
En versos, grabados con amor y cariño,
Su esencia perdura, siempre ahí.
Un poema, un homenaje, a la rosa,
Un testimonio de cómo crece.
Desde la floración hasta el descanso final,
Dentro de estas palabras, su historia es bendita.