Mientras el narrador contempla la postura solitaria del espantapájaros, lo compara con una "tragedia espantosa". El espantapájaros se convierte en un símbolo del sufrimiento olvidado o pasado por alto. La figura parece soportar un eterno silencio y soledad. El espantapájaros se ha convertido en una presencia olvidada e inquietante en medio de la pacífica escena del campo de trigo.
Para enfatizar aún más el aislamiento del espantapájaros, el poema describe la ausencia de cualquier presencia cercana. No se menciona a agricultores ni a otras figuras humanas. Esta soledad le da al espantapájaros una cualidad inquietante y de otro mundo. Se le representa como un centinela que vigila una tierra vacía.
La mirada del espantapájaros es también un aspecto destacable del poema. Se le describe como “mirando”, pero el objeto de su mirada sigue siendo desconocido. Esta ambigüedad contribuye a la cualidad enigmática del poema e insinúa los pensamientos y emociones internos ocultos del espantapájaros. Deja a los lectores preguntándose qué podría estar pensando el espantapájaros, lo que aumenta el aura misteriosa que rodea su presencia.
Las últimas líneas del poema ofrecen una conclusión sombría. La perdurable vigilancia del espantapájaros continúa a medida que pasan las estaciones. Es un testigo silencioso del paso del tiempo y del ciclo de vida y decadencia. El poema termina con una nota contemplativa, dejando a los lectores reflexionar sobre el significado más profundo de la presencia del espantapájaros en el campo de trigo.
“El Espantapájaros” de Walter de la Mare es un retrato inquietante del aislamiento y el sufrimiento olvidado. A través de sus imágenes evocadoras y su lenguaje metafórico, el poema invita a los lectores a reflexionar sobre los ignorados y marginados de la sociedad. La atmósfera sombría del poema y la enigmática figura del espantapájaros crean un impacto duradero, dejando a los lectores con una sensación persistente de misterio y contemplación.