Al desafiar las órdenes explícitas de Creonte y enterrar a Polinices, Antígona ignora las implicaciones sociales más amplias de sus acciones y no prioriza el orden público y la estabilidad. Su inquebrantable adhesión a la moralidad personal la lleva a ignorar las posibles consecuencias para ella misma y, en última instancia, termina en tragedia. La incapacidad de Antígona para encontrar un delicado equilibrio entre la ética individual y las responsabilidades sociales colectivas demuestra su error de juicio.