Grumio teme que la lengua afilada y el temperamento feroz de Katharina hagan la vida insoportable para Petruchio y todos los que lo rodean. Le preocupan las constantes discusiones, peleas y trastornos que un matrimonio así causaría. También expresa preocupación por el bienestar de Petruchio, temiendo que la naturaleza astuta de Katharina lo desgaste y lo haga miserable.
Sin embargo, las reservas iniciales de Grumio cambian gradualmente a lo largo de la obra cuando es testigo de la hábil domesticación de Katharina por parte de Petruchio. Cuando Petruchio logra dominar su temperamento y transformarla en una mujer más obediente y gentil, la actitud de Grumio cambia de la aprensión a la admiración.
Al final, Grumio llega a ver los resultados positivos del enfoque poco convencional de Petruchio. Se da cuenta de que los métodos de Petruchio han traído paz y armonía al hogar y, en última instancia, reconoce el éxito de la estrategia de Petruchio para domesticar a la musaraña.