Por Carlos Wesley
Cuando siento al Salvador cerca,
Mi alma no sabe más que amar;
Mi corazón abandona inmediatamente todas las preocupaciones,
Y el cielo mismo desciende arriba.
Ahora no temo ninguna condenación;
Jesús, y todo en Él, es mío:
Vivo en Él, mi Cabeza viva,
Y revestido de justicia divina.
Audaz me acerco al trono eterno,
Y reclamar la corona por medio de Cristo mi Rey;
El Espíritu Santo hace todo mío,
Y me muestra a Dios en todo.
Te siento, oigo o saboreo;
Tu fragancia envolvente encuentra:
Tu presencia llena mi corazón de paz,
Tu sangre ha hecho divina mi alma.
Tu voz para mí está llena de alegría;
Tu toque puede desterrar todo mi miedo:
Tu amor puede convertir mi dolor en alabanza,
Y hazme aquí a tu semejanza.
Y cuando mis pies pisen estos atrios,
Cantaré alabanzas al que murió;
Hasta que, perdido en la perfecta dicha arriba,
Disfrutaré de la marea beatífica.