Cada momento tejido con un diseño distinto,
Reflejando la presencia divina, oh tan bien.
A través de días alegres, sentí un cálido abrazo,
Una mano reconfortante que guió mi paso,
En momentos de risas y rayos de sol brillantes,
Reconocí la luz radiante de Dios.
En tiempos de lágrimas y tormentas que asolaron,
Encontré una fuerza que no podía ser enjaulada,
Una fe que susurraba:"No estás solo".
Recordándome que el amor de Dios había crecido.
Los atardeceres pintados con tonos tan grandiosos,
Susurrado de una mano divina y compasiva,
En melodías del suave arte de la naturaleza,
Escuché la sinfonía de Dios dentro de mi corazón.
En las luchas enfrentadas y los desafíos terribles,
Descubrí una resiliencia, un fuego interior,
Una chispa encendida por la llama divina,
Guiándome hacia un marco más brillante.
A través de pruebas que pusieron a prueba el poder de mi alma,
La presencia de Dios surgió como un faro de luz,
Iluminando el camino por delante,
Otorgándome fuerza cuando mi espíritu sangraba.
Así que con gratitud abrazo cada día,
Por todo lo que pasa en mi camino,
Reconociendo el tierno cuidado de Dios,
En cada momento declaro:"¡Sí, Dios lo hizo!"
Desde las alturas de la alegría hasta las profundidades de la desesperación,
La presencia de Dios permanece, siempre cerca,
En todo lo que me sucede, encuentro su abrazo,
Un recordatorio constante de su gracia infinita.
A través de giros y vueltas, me aferro a esta verdad,
Que Dios teje su amor a través de la cabina de mi vida,
Transformando cada experiencia en una canción,
Un testimonio de dónde realmente pertenezco.
Entonces canto, con el corazón y el alma imbuidos,
En todo lo que sucede, Dios es bueno,
Con la fe como brújula, no temo a la noche,
Porque el amor de Dios brilla, una luz eterna.