En la década de 1940, B.B. King actuaba en un salón de baile en Twist, Arkansas. Durante la actuación, se desató una pelea entre el público y los calentadores de queroseno que proporcionaban calor al lugar fueron derribados, provocando un incendio. King rápidamente recogió sus pertenencias y, con las prisas, dejó su guitarra. Una vez extinguido el incendio, regresó al lugar y encontró su guitarra muy quemada pero aún podía salvarse.
Sintiéndose arrepentido por el incidente, King decidió llamar a la guitarra reparada "Lucille" como recordatorio de la noche casi fatal y como promesa de no volver a ponerla en peligro nunca más. El nombre se volvió simbólico para él, representando el valor que le daba a sus guitarras y a la música que tocaba.
A lo largo de su carrera, King tuvo varias guitarras Gibson ES-355 y cada una las llamó Lucille en honor a la original. Lucille se convirtió en sinónimo de su música y sigue siendo una parte icónica del legado de B.B. King.