Algunos cristianos pueden creer que escuchar música rock interpretada por un ateo está permitido, argumentando que el mensaje o las creencias del artista no necesariamente influyen en su disfrute o apreciación de la música en sí. Pueden separar el arte del artista y centrarse en la calidad o el impacto emocional de la música.
Por otro lado, otros cristianos pueden considerar problemático o incluso pecaminoso escuchar música de un ateo, creyendo que puede exponerlos a ideas o influencias que entran en conflicto con sus creencias o valores religiosos. Pueden percibirlo como una forma de apoyar o respaldar la cosmovisión del artista, que pueden considerar incompatible con su fe cristiana.
En última instancia, si un cristiano elige o no escuchar música rock interpretada por un ateo es una decisión personal que implica equilibrar su comprensión individual de sus creencias religiosas con su disfrute de la música y su propia discreción al elegir lo que consume. Algunos pueden encontrarla aceptable, mientras que otros prefieren evitar ese tipo de música basándose en sus propias convicciones y sensibilidades espirituales.