¿Cómo recuerda Hamlet a Yorick?
En el famoso soliloquio de Hamlet en el Acto V, Escena I, reflexiona sobre el cráneo de Yorick, el bufón del rey, que ha sido exhumado por los sepultureros. Mientras sostiene la calavera en sus manos, Hamlet se siente abrumado por una sensación de melancolía y mortalidad, y comienza a meditar sobre la fugacidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte. Recuerda a Yorick como un hombre que siempre estaba lleno de risas y alegría, y que podía hacer reír al rey incluso en los momentos más difíciles. A Hamlet le sorprende el contraste entre el alegre Yorick que una vez conoció y el cráneo sin vida que ahora sostiene. Este contraste lleva a Hamlet a reflexionar sobre la fragilidad de la existencia humana y la inutilidad de las actividades terrenales, al darse cuenta de que incluso las personas más poderosas e influyentes acaban reducidas a polvo. En última instancia, el encuentro de Hamlet con el cráneo de Yorick sirve como un recordatorio de la brevedad de la vida y la importancia de vivir cada día al máximo.