Algunos líderes religiosos creían que el teatro era una actividad pecaminosa que promovía la inmoralidad, la vanidad y la extravagancia. Argumentaron que distraía a la gente de los asuntos espirituales y corrompía sus almas.
Preocupaciones morales:
Mucha gente creía que el teatro representaba una amenaza moral para la sociedad. Pensaban que era un caldo de cultivo para el libertinaje, el juego, la prostitución y otros vicios. También temían que el teatro expusiera a la gente a contenidos inapropiados o corruptos.
Disidencia política:
En ocasiones, las producciones teatrales se percibían como una plataforma para la disidencia política o la sátira, lo que podía resultar peligroso en sociedades autoritarias. Es posible que los gobiernos hayan visto los teatros como una amenaza a su poder y autoridad.
Distinciones de clases:
La asistencia al teatro se asociaba a menudo con las clases altas. Algunas personas de clases sociales más bajas pueden haber sentido resentimiento hacia el teatro y hacia los asistentes al teatro, lo que los llevó a desaprobarlo.
Esnobismo intelectual:
Algunas personas pueden haber considerado el teatro como algo frívolo y carente de valor intelectual. Creían que estaba dirigido a las masas sin educación y que no merecía su atención.