Tituba fue presentada como un ejemplo de arrepentimiento y cooperación, y su testimonio se utilizó para reforzar la credibilidad de las acusaciones de brujería. Sin embargo, a medida que los juicios continuaron y la histeria aumentó, ni siquiera la confesión y cooperación de Tituba pudieron garantizar su seguridad. A medida que las acusaciones se hicieron más extremas y generalizadas, ella misma finalmente se convirtió en un objetivo.
Con el tiempo, el foco de los juicios cambió y el papel de Tituba como informante perdió importancia. Finalmente fue encarcelada junto con otras brujas acusadas y enfrentó la amenaza de ejecución. En enero de 1693, el gobernador ordenó la liberación general de todos los acusados que aún estaban en prisión, incluido Tituba. Una vez finalizados los juicios, su destino final no está bien documentado, pero se cree que desapareció de los registros históricos.