Históricamente, las danzas de la lluvia eran comunes en civilizaciones antiguas como los nativos americanos, los nativos africanos, los nativos australianos y los egipcios, quienes realizaban estos rituales como parte de sus prácticas culturales y ceremonias espirituales para buscar la intervención divina para la lluvia. Algunas danzas de la lluvia estaban vinculadas a eventos culturales, mientras que otras eran específicas de la agricultura y garantizaban cosechas abundantes.
En los tiempos modernos, las tradiciones de danza de la lluvia continúan en partes de África, Australia, Europa y América. Si bien algunas comunidades indígenas todavía realizan danzas tradicionales de la lluvia con fines culturales y espirituales, la danza de la lluvia también se ha convertido en un símbolo de identidad y patrimonio cultural. En determinadas regiones, las danzas de la lluvia se han convertido en espectáculos folclóricos e incluso en atracciones turísticas.
A pesar de las variaciones entre culturas, la esencia de la danza de la lluvia sigue arraigada en una creencia compartida en los poderes de la naturaleza y la espiritualidad, y en el deseo humano de influir en los patrones climáticos en beneficio de la supervivencia y la prosperidad.