La novela está escrita desde la perspectiva de Bruno, un niño alemán de nueve años que desconoce la verdadera naturaleza del trabajo de su padre y las atrocidades cometidas en el campo de concentración adyacente a su casa. A través de los ojos de Bruno, los lectores son testigos del marcado contraste entre la vida privilegiada que lleva y las duras realidades que enfrentan Shmuel y otros prisioneros del campo.
La interpretación que hace Boyne de los personajes enfatiza los efectos destructivos de la guerra y los prejuicios tanto en los individuos como en la sociedad. La transformación de Bruno de un niño ingenuo a alguien que comienza a cuestionar el mundo que lo rodea resalta la importancia de la educación y la empatía en la lucha contra el odio y la intolerancia. La amistad entre Bruno y Shmuel, a pesar de las barreras impuestas por sus circunstancias, sirve como un poderoso símbolo de la resiliencia del espíritu humano incluso ante sufrimientos inimaginables.
Además, el uso que hace Boyne de un lenguaje sencillo y una narración directa permite que la gravedad de los acontecimientos resuene profundamente en los lectores, tanto jóvenes como mayores. Al presentar los horrores del Holocausto a través de la lente de la perspectiva de un niño, transmite el profundo impacto de estos eventos sin recurrir a descripciones gráficas. Este enfoque subraya el mensaje universal de que la guerra y la intolerancia son fuerzas devastadoras a las que debemos oponernos y eliminarlas.
En general, "El niño con el pijama de rayas" sirve como un conmovedor recordatorio de las consecuencias del prejuicio y el odio desenfrenados, y aboga poderosamente por la paz, la tolerancia y la comprensión entre personas de diferentes orígenes.