Una de las características más obvias de la obra que plantea interrogantes sobre la tolerancia religiosa es la interpretación de Shylock, el prestamista judío. Shylock es representado como un hombre cruel y codicioso que está obsesionado con el dinero y busca venganza contra Antonio, un comerciante cristiano que le ha hecho daño. Encarna muchos de los estereotipos negativos que prevalecían sobre los judíos en la época de Shakespeare, y su personaje a menudo ha sido interpretado como antisemita.
Por otro lado, hay momentos en la obra que desafían estos estereotipos y problematizan la idea del prejuicio religioso. Por ejemplo, el propio Antonio lucha con sus propios prejuicios contra los judíos, y su trato hacia Shylock muestra una mezcla de desprecio y simpatía. Portia, la heroína de la obra, defiende la importancia de la misericordia y el perdón, y finalmente convence a Shylock para que muestre misericordia a Antonio. Esta escena ha sido interpretada por muchos críticos como un llamado a la tolerancia y la comprensión.
Otra perspectiva sobre la postura de la obra sobre la tolerancia religiosa es que simplemente refleja las realidades sociales y culturales de la época de Shakespeare. El antisemitismo estaba profundamente arraigado en la sociedad cristiana de Europa, y a Shakespeare le habría resultado difícil presentar una visión más tolerante sin correr el riesgo de ser censurado o alienar a su audiencia. Por tanto, la obra podría verse como un producto de su época más que como un reflejo de las propias creencias de Shakespeare.
En general, El mercader de Venecia es una obra compleja y matizada que ofrece múltiples perspectivas sobre la tolerancia y los prejuicios religiosos. Si bien contiene algunos elementos antisemitas, también presenta momentos de compasión y comprensión que complican nuestra lectura del mensaje de la obra. En última instancia, la obra invita al público a considerar las complejidades de las diferencias religiosas y a examinar críticamente sus propios prejuicios.