Donde residen los elementos,
Yace el azufre, con su arte dorado,
Un no metal, rebosante de orgullo.
Su símbolo, una 'S', grabada en la fama,
Número atómico dieciséis,
Con seis electrones juega un juego.
Creando vínculos que intrigan.
En el reino de la naturaleza, encuentra su lugar,
En minerales, rocas y suelo,
Un elemento versátil, con cara.
Eso muestra tanto fuego como trabajo.
Un amarillo pálido, su color destaca,
Con una forma quebradiza y cristalina,
Su esencia se extiende por tierras lejanas,
Una presencia, a la vez potente y cálida.
En la gran sinfonía de la vida, juega un papel,
En enzimas, proteínas y aromas,
Un catalizador que impulsa el crecimiento del alma,
Un bloque de construcción, divino e intencionado.
Cuando se quema, su danza crea una vista,
Una llama azul brillante, intensa,
Con olor asfixiante, en vuelo,
Un espectáculo, a la vez feroz e inmenso.
Durante siglos, ha servido a la humanidad,
En medicina, y también en alquimia,
En la vulcanización del caucho encontramos,
Un toque transformador, de principio a fin.
Así que alabemos este elemento de gracia,
El azufre, con su apariencia multifacética,
Una maravilla química, el abrazo de la naturaleza,
En el ámbito poético, vitaliza.