Elma Mitchell
En la tenue luz del amanecer,
Cuando las sombras bailan y la noche se dibuja,
Un niño se despierta con los ojos cansados,
A una vida que es a la vez dura y triste.
Vestidos con harapos y pies descalzos,
Su viaje al trabajo está lejos de ser agradable,
Por calles vacías y callejones grises,
Donde los sueños de juventud se desvanecen para siempre.
La fábrica se alza con su imponente altura,
Sus muros encierran un mundo de dificultades,
Máquinas ruidosas que nunca descansan,
Producir la riqueza pero dejarlos oprimidos.
Manos pequeñas, demasiado frágiles, demasiado pequeñas,
Trabajando sin cesar, esclavo del trabajo,
Dedos ágiles, embotados por el tiempo implacable,
Crea los productos, pero anhela un centavo.
Un salario exiguo, una vida exigua,
Privados de alegría y de infancia abundante,
Su espíritu aplastado por el peso de la desesperación,
La carga de la pobreza es incomparable.
Continúan trabajando, sus vidas sin adornos,
Se perdió su risa, se despreció su risa.
En sus ojos jóvenes, un mundo de aflicción,
Sin embargo, su resiliencia mantiene su espíritu radiante.
El conmovedor verso de Elma Mitchell
Revela la difícil situación del niño, un mundo perverso.
Un llamado a la compasión, una petición de cambio,
Para animar a estos niños, sus vidas se reorganizan.
No olvidemos su grito silencioso,
La injusticia y la pobreza no deben aliarse,
Porque cada niño merece una oportunidad,
Disfrutar de la juventud, bailar libremente.
Su futuro encierra una promesa brillante,
Si nos mantenemos unidos en su lucha,
Para erradicar la vergüenza del trabajo infantil,
Y pintar su mundo con los colores de la llama de la esperanza.
Que resuenen las palabras de Elma,
Encendiendo la pasión en cada estado,
Allanemos el camino para que sus sueños se desarrollen,
Y construir un mundo donde los niños realmente puedan envejecer.