A lo largo de la historia, el Fantasma se asocia a menudo con espejos y reflejos, que sugieren su yo dividido y su fascinación por las apariencias. Vive en una guarida escondida debajo de la Ópera de París, donde se rodea de espejos, creando la ilusión de un espacio vasto y opulento. Esto refleja sus intentos de crear una versión idealizada de sí mismo, ya que carece de confianza en su verdadera apariencia y tiene miedo de ser visto por los demás.
El Fantasma también utiliza los espejos para espiar a Christine Daaé, la joven cantante de la que se enamora. Esto refleja su deseo de poseerla y hacer de ella una extensión de él mismo. Los espejos simbolizan la forma en que controla y manipula a Christine, creando una ilusión de su unión que, en última instancia, es falsa y destructiva.
Además, el espejo se convierte en un símbolo de la confrontación del Fantasma con su propia mortalidad y su miedo a envejecer. Cuando resulta herido y pierde su máscara, el Fantasma mira fijamente su reflejo y ve el verdadero horror de su propio rostro, lo que conduce a su eventual desaparición.
En general, el espejo de Phantom Opra simboliza los conflictos internos del Fantasma y su lucha por la aceptación y la identidad, reflejando los temas de dualidad y autoengaño que son centrales en la historia.