Este tipo de armas enfocan y amplifican intencionalmente las ondas de audio para generar un poder destructivo significativo. Para poner esto en contexto, un motor a reacción funcionando a toda velocidad produce alrededor de 120 decibeles, un concierto de rock puede alcanzar hasta 130 decibeles y un trueno o un avión despegando muy cerca ronda los 150 decibelios.
Si bien romper vidrios con la voz sigue estando dentro de los límites de la ciencia, el volumen requerido va mucho más allá de las capacidades humanas, lo que hace prácticamente imposible que una persona común y corriente rompa vidrios solo gritando.