El frío extremo puede afectar la jugabilidad y la afinación de los instrumentos. El frío puede hacer que las partes metálicas del instrumento se contraigan y se vuelvan quebradizas, haciéndolas más susceptibles a agrietarse o romperse. Los instrumentos de madera también pueden verse afectados por el frío extremo, ya que la madera puede encogerse y deformarse, afectando la entonación y el sonido general del instrumento.
Por otro lado, el calor extremo también puede provocar daños en los instrumentos. Las altas temperaturas pueden hacer que el pegamento que mantiene unido el instrumento se debilite o se derrita, provocando daños estructurales. El calor también puede afectar el acabado del instrumento, provocando que se agriete o se pele. Además, las altas temperaturas pueden hacer que las cuerdas de los instrumentos de cuerda pierdan tensión y se aflojen, lo que dificulta tocar afinadas.
Por lo tanto, generalmente se recomienda tocar instrumentos musicales al aire libre dentro de un rango de temperatura moderado para garantizar la mejor experiencia de interpretación y minimizar el riesgo de daños al instrumento.