La quema de cruces también tuvo un gran significado histórico para el KKK. La cruz ardiente era un símbolo de los Caballeros Templarios, una orden militar cristiana medieval asociada con las Cruzadas. El KKK se veía a sí mismo como cruzados modernos que luchaban para proteger la supremacía blanca y el cristianismo protestante. Al quemar cruces, el KKK invocaba este simbolismo histórico para legitimar sus acciones.
Además de su significado simbólico, el KKK también utilizó la quema de cruces como una forma de guerra psicológica. La quema de una cruz en una comunidad a menudo causaba miedo y ansiedad, alteraba la vida cotidiana y hacía que la gente se sintiera insegura. Era una forma para que el KKK demostrara su poder y control, recordando a sus objetivos que estaban constantemente bajo amenaza.
La quema de cruces sigue siendo un potente símbolo de odio y racismo asociado con el KKK y otros grupos supremacistas blancos. En muchas jurisdicciones se considera un delito de odio y se han aprobado leyes para tipificar como delito la quema de cruces con la intención de intimidar o aterrorizar.