La ironía surge del hecho de que la ambición y la crueldad que la impulsaron al principio finalmente se convierten en su perdición. La culpa de asesinar a Duncan e incriminar a otros por el crimen comienza a carcomer su conciencia. Ella se ve atormentada por visiones y comienza a experimentar episodios de sonambulismo. Su famosa escena de sonambulismo en el Acto V, donde intenta lavarse la sangre imaginaria de sus manos, es un poderoso símbolo de su tormento interno y del desmoronamiento de su estado mental.
La ironía se ve realzada por el contraste entre su confianza anterior y su eventual descenso a la locura. Su colapso mental revela la fragilidad de su fuerza, ya que se convierte en una mera sombra de lo que era antes. Esta transformación de una mujer decidida y ambiciosa a un individuo acosado por la culpa y psicológicamente destrozado sirve como un conmovedor recordatorio de las consecuencias de la ambición desenfrenada y el poder destructivo de la culpa.
Además, la ironía se extiende al hecho de que Lady Macbeth se convierte en víctima de sus propias intrigas. Su deseo de liberarse de la culpa la lleva a buscar consuelo en el sonambulismo, pero es durante estos episodios cuando expone su culpa e incrimina a sí misma y a su marido. Las mismas acciones que toma para escapar de su angustia mental terminan atormentándola aún más y sellando su destino.
En general, la ironía del estado mental de Lady Macbeth radica en el contraste entre su fuerza y determinación iniciales y su eventual transformación en un individuo destrozado y atormentado por la culpa. Se convierte en una advertencia sobre los peligros de la ambición y las consecuencias destructivas de ignorar la propia conciencia.