Tamaño y dimensiones: Las casas comunales iroquesas eran estructuras impresionantes, algunas de las cuales podían extenderse hasta 100 pies de largo. Su ancho era típicamente de entre 20 y 30 pies.
Construcción: La construcción de una casa comunal fue un esfuerzo comunitario. Los hombres cortaban y preparaban los postes de madera que formaban la estructura, mientras que las mujeres tejían la corteza en láminas para cubrir las paredes y el techo. La corteza utilizada era a menudo de olmos o nogales, y se seleccionaba y trataba cuidadosamente para garantizar su durabilidad y resistencia al agua.
Forma del tejado: El techo de una casa comunal generalmente era arqueado o a dos aguas, lo que permitía un drenaje adecuado del agua durante la lluvia o la nieve.
Diseño de interiores: Dentro de la casa comunal, había múltiples compartimentos, cada uno de los cuales tenía un propósito específico. Cada unidad familiar dentro de la casa comunal tenía su propio espacio designado. A los lados de la casa comunal había plataformas elevadas o literas, donde dormían las familias. Se colocaron fogatas a intervalos a lo largo del centro de la casa comunal para proporcionar calidez y luz.
Características adicionales: Las casas comunales a menudo tenían un pasaje o pasillo central, que se usaba para actividades, ceremonias y reuniones comunales. Algunas casas comunales tenían secciones especiales designadas para almacenamiento, como maíz y otros cultivos cosechados.
Importancia social: Las casas comunales iroquesas eran más que simples viviendas; tenían un profundo significado social y cultural. Eran fundamentales para la comunidad y servían como espacios habitables, lugares de reunión y lugares para importantes ceremonias y rituales.
Durabilidad: Las casas comunales iroquesas se construyeron para durar y podrían resistir muchos años. Se realizaron tareas de mantenimiento periódicamente para asegurar su integridad estructural y protección contra la intemperie.
La casa comunal iroquesa representaba el esfuerzo colectivo, la experiencia y las tradiciones del pueblo iroqués. Les proporcionó un espacio vital funcional, cómodo y culturalmente significativo que facilitó la cohesión social y la vida comunitaria.