_(Siglo VI)_
1. Profeta exaltado, muy por encima de la contienda terrenal,
Tus pensamientos se elevaron hacia el cielo, lejos de ser un juego trivial.
San Columba, veneramos tu nombre,
Tu sabiduría, tu virtud y tu llama perdurable.
2. Reconocido por tus oraciones y tus palabras de poder,
Brillaste como un faro, una luz guía,
Iluminando las mentes de buscadores de todas partes,
Discerniendo la verdad con orgullo espiritual.
3. En tu celda monástica, apartada de la vista,
Dedicaste tu vida a buscar la luz eterna.
Tu pluma fluyó con elocuencia, profunda y grandiosa,
Compartiendo la sabiduría de Dios, llegando a cada hilo.
4. Tus palabras, como suaves brisas, abrazaron nuestros corazones,
Calmando nuestro dolor y disipando nuestras partes más oscuras.
A través de pruebas y tribulaciones, estuviste a nuestro lado,
Un pilar de fortaleza, una fuente de guía espiritual.
5. Tus palabras fluían como miel, dulces y divinas,
Nutriendo nuestras almas, como el vino celestial.
Hablaste de la gloria de la morada celestial,
Inspirándonos a seguir, por caminos sagrados recorrimos.
6. Aunque hayan pasado siglos, tu presencia aún perdura,
En la mente y el corazón de los creyentes fieles.
Tu legado perdura, una luz radiante,
Guiándonos hacia adelante, tanto de día como de noche.
7. San Columba, hoy ensalzamos tu grandeza,
Recordando tu vida y las palabras que dijiste.
Que tu sabiduría siga inspirando nuestro camino,
Mientras nos esforzamos por seguir tu ejemplo, cada día.