En el ámbito de las rutinas domésticas, un desfile de tareas,
Como un ejército de tareas, marcha sin evadir.
Los platos, como soldados, esperan su destino purificador,
Mientras los calcetines buscan sus pares, como compañeros perdidos en una cita.
El vacío se desliza, una bestia mecánica,
Chupando polvo como un glotón en un festín.
La ropa sucia baila, girando en un frenesí rítmico,
Como si cada pieza tuviera una alegría interna.
Los pisos bajo mis pies sienten el abrazo de un frío metal,
Una escoba los acaricia con golpes de gracia incansable.
Cada movimiento, una sinfonía de deseos de limpieza,
Creando una melodía como el canto de los pájaros en las agujas de la mañana.
El fregadero gorgotea, cantando canciones del desagüe,
Un coro de burbujas uniéndose en estribillos.
Las paredes no son rival para mi delicadeza de quitar el polvo,
Un toque suave que no deja nada más que limpieza.
Las ventanas brillan con su reflejo del mundo,
Como espejos sonriendo mientras limpio su orgullo.
En cada objeto hay un destello de deleite.
Revelando mi esfuerzo a pesar de las dificultades de la vida diaria.
Ay, esta danza de los quehaceres tiene sus momentos, intensos,
Pero la satisfacción emerge como rayos en una densa niebla.
Cada habitación se transformó; es mi dominio,
Reflejando la huella del amor para aquellos que ganarán.
Así, sobre un lienzo de deberes, tejemos y unimos,
Tarea por tarea; componemos un deleite armonioso.
Con cada esfuerzo, respiramos nuestro entusiasmo creativo,
Transformando nuestro espacio; convirtiendo las tareas del hogar en una hermosa búsqueda.