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En la tierra de tonos vibrantes,
Donde los atardeceres pintan el cielo de azules,
Allí se encuentra una historia del abrazo del amor,
Con profundidades que el tiempo nunca podrá rastrear.
Oh, África, tu suelo tan rico,
Lleno de historias, audaz y enérgico,
Tus latidos resuenan en mi alma,
Una sinfonía de cuentos no contados.
Al ritmo de tu tambor,
Me encontré, todo amor se volvió,
Demasiado profunda, demasiado ferviente era la llama,
Una pasión que no pude domar.
Derramé mi corazón en tus manos,
Sin saber las arenas escondidas del amor,
Parecía tan puro, un amor tan verdadero,
Pero acechaban sombras que no pude ver.
Porque en tus ojos vi un brillo,
Un destello de un sueño lejano,
Una búsqueda de algo que aún está por ser,
Una visión que no podía prever.
Oh, África, tu espíritu salvaje,
Me dejaste anhelante y seducido,
Lo di todo, sin reservas,
¿Pero realmente entendí?
Ahora, de pie en las orillas de la duda,
Con las alas rotas, mi espíritu se inclinó,
Me pregunto si di demasiado.
¿O el amor debía ser tan duro?
Oh, África, escucho tu llamada,
Tu pulso resuena a través de mí, todavía,
Pero quedan cicatrices, un dolor suave,
Una historia de amor que me atreví a romper.
A través de lágrimas que limpian, encuentro liberación,
Y recuerdos que traen una paz agridulce,
Por las lecciones de amor, aunque difíciles de soportar,
Hazme libre, para sanar y reparar.
Entonces, a todos los corazones que se atrevan a amar,
Con pasión feroz y alas arriba,
Cuidado con las arenas que el amor puede esconder,
Porque no se debe negar la profundidad del amor verdadero.