Hace mucho tiempo, antes de que el mundo se llenara de luz, el cielo era un vasto lienzo oscuro. La única luz vino de la luna, un orbe plateado que vigilaba la tierra y el mar. Pero la gente estaba sola. Anhelaban más luz, para contar más historias en la oscuridad.
Un día, una joven llamada Elara, conocida por su coraje y amabilidad, se paró debajo de la luna y susurró su deseo en la noche. La luna, escuchando su súplica, susurró:"Ve a la montaña de sueños y atrapa las estrellas".
Elara estaba confundido. "¿Estrellas? ¿Qué son las estrellas?" preguntó ella.
La luna señaló una nube de polvo brillante en la distancia. "Esas son las estrellas, pequeñas. Están atrapados en la montaña de los sueños. Anhelan encender el cielo, justo cuando la luna se ilumina la noche".
Elara emprendió su viaje, su corazón lleno de esperanza. Ella subió a la montaña, que era empinada y traicionera. Ella desafió a los vientos aullados y la lluvia helada, su determinación alimentada por su deseo de traer luz al mundo.
Finalmente, ella llegó a la cumbre. Allí, en el corazón de la montaña, yacía una vasta caverna llena de polvo brillante. Elara sabía que este era el lugar donde las estrellas estaban atrapadas.
Ella extendió la mano y recogió un puñado de polvo brillante. Mientras lo hacía, el polvo comenzó a brillar, más brillante y brillante, hasta que la caverna se llenó de luz. ¡Las estrellas eran gratis!
Elara, su corazón lleno de alegría, tomó las estrellas y las esparció por el cielo. El mundo de repente se llenó de luz. Las estrellas centellearon y bailaron, su luz lanzando largas sombras en la tierra.
La gente vitoreó, sus corazones llenos de gratitud por el coraje de Elara. Y así, el mito dice, las estrellas permanecen en el cielo, un testimonio de la valentía de Elara y un recordatorio de que incluso las noches más oscuras se pueden llenar de luz.