Que hermoso es el amanecer
¡De la luz de Cristo en la tierra!
Aclara la oscuridad del luto,
Y aplaude con canciones de alegría.
De la gloria del Padre,
Desde el trono del Único Divino,
Cristo descendió para recuperarse,
Y salva esta triste tierra mía.
¡Oh, las profundidades de su gran misericordia!
Él el Rey, Eterno y Verdadero,
Deja los reinos de gloria infinita
Por una vida de tristeza y aflicción.
Él ocultó su gloria en la debilidad,
Y velado en carne el Hijo de Dios,
Que a través de su muerte los indefensos
Podría ganar el camino desde la vara.
Desde lo más alto de los cielos vino,
Dejó arriba el esplendor y las alegrías,
Para sufrir desprecio y burla
Y la pérdida del amor de su Padre.
Descendió a la oscuridad,
Y en la tristeza y el dolor,
Que a través de Su vida y Su pasión
Podría recuperar la tierra perdida.
Por nosotros sufrió y trabajó,
Lloró, oró y suspiró;
Por nuestra redención trabajó,
Y soportó los dolores de la cruz, murió.
A través de sus lágrimas y a través de su angustia
Recorrió el camino hacia la tumba;
Se drenó por nosotros hasta las heces.
La copa de la santa condenación de Dios.
Pero su amor nunca decayó,
A través de todas las sombras de la noche;
Presionó con fe y paciencia
Al amanecer de la luz gloriosa.
Y ahora como el resplandor de la mañana
Disipa la oscuridad de la noche,
Entonces su presencia y su gloria
Dispersa nuestras sombras de plaga.
Con cánticos de alegría saludémosle
Cuando Él venga en Su grande gloria,
Para dispersar la tristeza y el dolor,
Y trae la luz eterna del día.