Habilidades técnicas:una buena actuación implica un alto nivel de competencia técnica, incluido el control de la voz, el lenguaje corporal, las expresiones faciales y los gestos. La mala actuación, por otro lado, puede mostrar torpeza, movimientos antinaturales o falta de profundidad emocional.
Autenticidad:la buena actuación se siente auténtica y creíble. El actor se sumerge plenamente en el papel, transmitiendo emociones y motivaciones que resuenan en el público. La mala actuación, por el contrario, puede parecer forzada, unidimensional o poco auténtica.
Conexión emocional:los buenos actores tienen la capacidad de conectarse con la audiencia a nivel emocional. Hacen que el público se identifique con los personajes y experimente toda la gama de emociones retratadas en la historia. La mala actuación, por otro lado, no logra evocar emociones fuertes en el público.
Desarrollo del personaje:los buenos actores crean personajes bien desarrollados con profundidad y complejidad. Dan vida a sus personajes y los hacen identificables para la audiencia. La mala actuación, por el contrario, puede presentar personajes planos, unidimensionales o carentes de motivación.
Sutileza:la buena actuación a menudo implica un delicado equilibrio entre intensidad emocional y sutileza. Los actores saben cuándo reprimirse y cuándo mostrar sus emociones, creando una actuación creíble y llena de matices. La mala actuación, por el contrario, puede depender de expresiones exageradas y sobreactuaciones, que pueden parecer melodramáticas o poco realistas.
En general, la buena actuación se caracteriza por la autenticidad, las habilidades técnicas, la conexión emocional, el desarrollo del carácter y la sutileza, mientras que la mala actuación carece de estas cualidades y puede parecer antinatural, forzada o unidimensional.