1. Tensión: Tras el asesinato de César y el potente discurso de Antonio, las emociones ya están a flor de piel. Los conspiradores temen por sus vidas y se han retirado a la capital, sin saber qué hacer a continuación. La tensión en el aire es palpable, ya que queda por ver cómo se desarrollará la protesta pública contra ellos.
2. Miedo: El pueblo de Roma está presa del miedo y el resentimiento hacia los conspiradores por perturbar sus vidas y desafiar el orden establecido. Los temores se ven alimentados por el uso estratégico de la retórica por parte de Antonio que retrata a los conspiradores como tiranos sedientos de sangre. El miedo de la multitud se manifiesta en su ira y disposición a volverse contra los asesinos.
3. Incertidumbre: La incertidumbre sobre cuál será el curso de los acontecimientos es muy grande. El futuro de la república está en juego, con los conspiradores de un lado y Antonio, Octavio y Lépido del otro. El ambiente está teñido de incertidumbre sobre quién saldrá victorioso de esta lucha por el poder.
4. Caos: Las calles se sumergen en el caos cuando la multitud alborotada prende fuego a las casas de los conspiradores. La mafia es incontrolable y está impulsada por un sentimiento de venganza. Esta situación caótica contribuye aún más a la sensación de desorden e inestabilidad en Roma.
5. Presagio: Hay una sensación de fatalidad inminente y presentimiento a medida que se acerca el final de la obra. El estado de ánimo se ensombrece al darse cuenta de que el panorama político de Roma ha sido alterado irreparablemente por las acciones del conspirador, y las consecuencias aún no se han comprendido plenamente.
En resumen, el ambiente al final del cuarto acto de Julio César es de tensión, miedo, incertidumbre, caos y presagios. La obra prepara el escenario para la intensa culminación de los acontecimientos en el acto final.