Usar la palabra "en quiebra" para describir las deficiencias financieras de estos hombres implica una clase económica o social más baja. La percepción surge de estereotipos arraigados en prejuicios de clase y expectativas de género. En algunos entornos, la frase en sí ha evolucionado como un remate en el discurso cómico y el humor y puede asociarse con chistes que resaltan interacciones sociales incómodas, fracasos románticos o intentos fallidos de citas y relaciones.
Sin embargo, adjuntar connotaciones despectivas basadas en la situación financiera o los logros personales de alguien perpetúa el estigma social y es inherentemente clasista. Como ocurre con otras generalizaciones despectivas, tales etiquetas descartan el valor individual y simplifican demasiado las complejidades y variaciones de la vida.